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Una extraña bandera de popa / 14.07.23 .Algunas mañanas, cuando están abiertas la ventana del dormitorio y la puerta de la terraza, se forma una corriente que recorre toda la casa. A veces me quedo un momento en el pasillo haciendo de bandera de popa, fantaseando que mi vida tiene la forma exacta de un navío inglés en plena travesía a la India, sintiendo ese aire, oliéndolo por si trajera algún mensaje para mí. No es raro pensar entonces que el viento dé conferencias sobre los secretos del mundo. No hace falta sentarse para escucharle. Puedes hacerlo ahí mismo mientras ves una cama revuelta y la parte de arriba del pijama de la persona que duerme contigo haciendo de isla en ese océano blanco que más tarde tus manos alisarán. Puede suceder que suene de pronto la campana de la iglesia. No estaba preparado. Esto no es una película ni la narración de un cuento lleno de engranajes que al final encajan. No sé lo que es. Algo que sucede a diario. Un enigma sin enigma. Un poco de viento nada más. Sábanas arrugadas y un olor optimista: a vida, a cosas que están por pasar. Esta mañana ha vuelto. La luz del sol se muestra firme en la fachada de enfrente, como si dijera: «vengo para quedarme, independientemente de lo que puedas pensar». Escribir tiene algo de desplumar una gallina que no es tuya. Te sientas y vas dejando la piel al descubierto, pero nunca lo consigues del todo. Las plumas sueltas vuelan en la misma corriente que hace un rato admirabas. Vienen y se van. La conferencia del viento se termina. Nadie aplaude. La casa vuelve a ser un perímetro muerto y confiable. No le digas a nadie que leíste esto. Yo también lo negaré. Y ahora, si me disculpas, hay una cama por hacer.